miércoles, 15 de julio de 2009

LA MADRE DE MI MADRE

Mucho tiempo atrás, siendo yo sólo una niña, mi madre solía enviarme al pueblo a pasar el largo verano. Por aquel entonces, mi abuela me obligaba cada tarde a hacer la siesta; tenía que tumbarme junto a ella, en el gran camastro de la habitación del fondo, envuelta en aquella penumbra bochornosa y en el tic-tac del siniestro reloj del salón que se colaba bajo las rendijas de la portezuela grisácea de madera. Ella se echaba boca arriba sobre la vieja colcha descolorida, y con voz pausada y susurrante me decía: “Cuando la yaya muera, tú tendrás que entrar en esta habitación, hija, y cerrarme los ojos así…” -emulaba el gesto lentamente sobre mis propios párpados-. “…y después, tendrás que ponerme los brazos así…” -y con los ojos cerrados, colocaba sus rollizos brazos sobre el pecho, en forma de cruz. Después, sin más, se quedaba dormida. Yo permanecía desvelada e inmóvil, a su lado, escuchando atentamente el ronco sonido de su respiración, a veces entrecortada, temiendo que en cualquier momento se detuviera para siempre, que los brazos se le quedaran tiesos, a ambos lados del cuerpo, y que sus ojos turbios se le abrieran, de pronto, desmesuradamente.
Cuando me hice un poco mayor, me negué en redondo a pasar las vacaciones de verano en el pueblo. Mi madre nunca supo el porqué, pero algunos años más tarde, cuando la abuela murió, ambas permanecimos sentadas en la cocina, rígidas, mirándonos fijamente y comprendiéndonos en silencio; ninguna de las dos se atrevió a entrar en la habitación del fondo, en la que el cuerpo de mi abuela yacía sobre la cama, esperando a que alguna de nosotras cerrara aquellos ojos abiertos, sin duda, como platos, y le colocara los brazos sobre el pecho inerte, para formar una cruz.

11 comentarios:

  1. Hola Susana:

    Yo tampoco supe el tuyo, pero es que aparte de que era difícil, estamos algo verdes. Solo reconocí al profe y a Paola.

    Contrariamente a ti, a mi me encantaba que me mandasen al pueblo y dormir la siesta con mi abuela era un pasatiempo más. Su cama de hierro forjado, super alta, me parecía de lujo. Siempre imaginé, que si algún día llovía mucho en ella estaría a salvo.

    Un abrazo

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  2. Bueno Ardilla. Digamos que mi relato no es 100% verídico... Me alegra verte por aquí. Estoy "pitufeando" por los blogs de los compañeros.

    Un beso

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  3. Aunque no sea 100% veredico , parece que dejo trauma.
    La abuela para mi era el faro que alumbraba toda la familia .Cuando murio nos dispersamos cada uno por su lado.

    Abrazos desde Malaga.

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  4. Verídico o no, lo contaste con tal realismo que yo os veía a tu madre y a ti, agarradas de las manos en la cocina, sin atreveros ni a mirar la puerta del cuarto.
    Muy bueno, me ha gustado mucho.
    Un abrazo.

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  5. De más está decir que no adiviné, jejjee.

    Me encantó la historia, un poco triste, pero transmitiste muy bien lo que vivías (auqnue no sea totalmente verídico)en aquellas tardes de tu infancia.

    saludos!

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  6. Me encantó tu relato, pero no acerté, estaba convencida de que eras la nº 13 jajajaj! Lo contaste muy bien, ahora veo que no absolutamente real, pero cuando lo leí me impresionó mucho.
    un abrazo

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  7. Yo tampoco adiviné tu relato.
    Me dejó un poco "tocada" por lo que contabas de tu abuela y nunca te lo hubiera atribuido a ti.
    La muerte siempre impresiona. En fin, son vivencias que se tienen y se quedan muy grabadas en la memoria para siempre.
    Besitos

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  8. ¿Qué no es 100% verídico? jaja. Un relato con un peliz magia negra y muy bien escrito,
    un abrazo,
    Juanma

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  9. Gracias de todo corazón por venir a leerme, Annick, Dorotea, Neogeminis, Any, Tag, Juanma, y por dejar vuestra amable huella en mi blog.

    Juanma: 100% no, pero ¡un 90% sí que te aseguro!

    Un besazo

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  10. Veridico al 90% es casi, casi, verídico del todo.
    Muy personal, con entrañables recuerdos de una infancia, que muchos hemos compartido, (mamá de mamá incluida).

    Un abrazo. (yo, tampoco te acerté)

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  11. Susana, personas como tú, seguro que las echo de menos. No te preocupes, te mandaré soplos de alegría de vez en cuando. No necesito ningún blog para acercarme a las personas de lujo.
    Un beso, guapa.

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