Recientemente se ha fallado el I Concurso de Relato Breve que había convocado la Asociación Solidaria “Pepita López”, con la colaboración de EPICSA (Empresa Provincial Informática de Cádiz), la Asociación de la Prensa de Cádiz y las librerías “Quórum” y “Jaime". Los relatos presentados debían versar sobre la pobreza en cualquiera de sus manifestaciones o ámbitos.
Pues bien: ayer me comunicaron que mi relato, "La bicicleta de Laura", había sido galardonado con el segundo premio.
Tengo que decir que el hecho de que este certamen haya sido convocado por una organización de carácter solidario hace que este éxito literario sea aún más gratificante.
Muchas gracias y un abrazo muy fuerte para todos los miembros de la Asociación Pepita López.
Os dejo el relato, por si os apetece leerlo:
LA BICICLETA DE LAURA
Ató la cadena de Rocco a uno de los laterales desvencijados de la mugrienta chabola. El día anterior se había lastimado una de sus patas traseras con la tapa oxidada de una lata y no quería que aquella mañana volviera a seguirla. Con ayuda de la tía, Laura le había limpiado la herida bajo el agua verdosa y turbia del riachuelo cercano, pero el pobre perro cojeaba visiblemente y de la fea herida aún supuraba un líquido amarillento y viscoso.
-Tienes que quedarte aquí, Rocco -dijo la niña con dulzura. Le dio un abrazo y le estampó un sonoro beso justo encima del hocico. El animal correspondió con un lengüetazo cálido. Después se encaramó, sumiso, al cajón de madera medio podrida que le proporcionaba cobijo por las noches.
Laura dio media vuelta y se adentró canturreando en el corazón del monstruoso vertedero. Esquivaba con pequeños saltitos y destreza todo tipo de obstáculos lacerantes; y cada pocos metros se cruzaba como si tal cosa con ratas de mirada rojiza y gruesas moscardas que le zumbaban en los oídos. En algunas zonas, las piernas se le hundían hasta los tobillos, pero, aunque iba descalza, hacía mucho tiempo que sus pies no se resentían de pinchazos, golpes ni rozaduras. A lo lejos, entre las colinas gigantescas de basura y desperdicios, divisó a Elena y a Miguel y les saludó agitando la mano, antes de iniciar su labor de cada día. La noche anterior, nuevos camiones habían surtido el basurero: la tarea prometía ser fructífera. En una zona escogida al azar, la pequeña se arrodilló y comenzó a rebuscar, hundiendo sus bracitos hasta el codo en aquel mar de nauseabundos desechos. No tardó en encontrar dos recipientes aplastados de plástico opaco y algunos fragmentos de chatarra; los colocó, satisfecha, en el interior del saco que arrastraba atado a la cintura. Había conseguido material provechoso con rapidez y la tía estaría muy contenta si continuaba su suerte durante el resto de la jornada. Entretanto, su cabeza no dejaba de dar vueltas al pensamiento de siempre. Desde que la vio aquel día, en el barrio acaudalado que se alzaba a menos de un kilómetro de su casa, no había sido capaz de olvidarse de ella. Era roja y reluciente, con un precioso cesto de mimbre blanca en la parte delantera y un pequeño farolito redondeado que se iluminaba con el pedaleo. Una niña, más o menos de su edad, iba montada sobre ella, seguramente de camino a la escuela, llevando a la espalda una de esas carteras de cuero marrón, que Laura imaginaba repleta de cuadernos, gomas de borrar y lapiceros de mil colores. En aquel momento supo que lo que más deseaba en el mundo era una bici como aquella, o al menos, una parecida. Aún le faltaban muchas piezas, pero ya había conseguido reunir unas cuantas para, algún día, hacer realidad su ilusión. Se había hecho con un sillín destartalado, que había perdido el relleno a través de una rajadura en la parte superior. Lo descubrió una tarde, a última hora, bajo un montón de bolsas malolientes, junto con un tubo curvo y oxidado que una vez debió de ser rojo, como su bicicleta de ensueño, y que haría a la perfección las veces de manillar. Mientras seguía hurgando con afán, un intenso rayo de sol incidió sobre un objeto que, medio oculto entre la basura, llamó la atención de la niña. Escarbó con sus pequeñas manos ennegrecidas hasta que logró alcanzarlo, lo agarró con firmeza y extrajo el brazo, ansiosa por descubrir en qué consistía su hallazgo. Sus negros ojos resplandecieron de júbilo. ¡Increíble! Se trataba de una bocina, una de las de verdad, con su pera de goma negra y su trompetilla niquelada. No brillaba, pero se las ingeniaría para darle un poco de lustre con saliva y un trapo. ¡Era estupendo! ¡Había encontrado una pieza imprescindible para una bicicleta como Dios mandaba! La presionó con cuidado y la bocina emitió un sonido ronco. ¡Aún funcionaba! Se imaginó a sí misma sobre su preciosa bici, pedaleando a la velocidad del rayo y haciendo que aquella maravillosa bocina sonara sin parar. Absorta en esta seductora ensoñación, de pronto escuchó un estruendo inmenso, ensordecedor, que ascendió hacia el cielo de Manila y se extendió por todos los rincones de la gran ciudad. Laura sintió la sacudida de la tierra bajo sus pies, como si fuera a partirse en dos. Por puro instinto, se tiró al suelo hecha un ovillo, escondiendo la cabeza entre las piernas. Cerró los ojos con fuerza y soportó como pudo los impactos incesantes asestados por la lluvia de cochambre que el cielo parecía escupir.
Tía Aurora salió de la chabola, pálida, con una pavorosa desazón aferrada a las entrañas, mientras Rocco estiraba las orejas y se ponía en pie de un salto, ladrando hasta quedarse afónico. Permanecieron inmóviles, el uno junto al otro, con la certeza de que algo terrible había sucedido en el vertedero. Decenas de niños huían de aquel infierno, corriendo como pequeños roedores asustados, llorando, sin saber qué hacer, a dónde ir, ni en qué brazos refugiarse. Gritos y lágrimas se mezclaban con el pestilente aroma de aquel reino de inmundicia, ahogados en una nube espesa que, más que respirarse, se podía masticar. Detrás de un tropel de críos vieron dibujarse la silueta de Laura. Caminaba lentamente, tambaleándose, con el rostro cubierto de tiznajos y las rodillas ensangrentadas. No lloraba, sólo vagaba ausente, con la mirada aún perdida en el recuerdo de la montaña de basura que acababa de venirse abajo donde, momentos antes, se hallaban Elena y Miguel. La tía se precipitó hacia ella gritando una y otra vez su nombre. Cuando al fin pudo abrazarla, la pequeña perdió el sentido y su cuerpecillo flaco se le desplomó exhausto sobre el pecho. De su manita resbaló un objeto que emitió un eco metálico al golpear el suelo. Ahí quedó, sucia, olvidada, la bocina de la bicicleta roja, aquélla con la que tantas veces había soñado Laura.
¡Felicidades! Y en este caso, además, doblemente felicidades por contribuir a tan buena causa. Me alegro mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué alegría, Susana! :)
ResponderEliminarMuchas Felicidades!!!
Un besito
Este certamen no publica las obras premiadas, establece tres premios en escala para los ganadores y ninguno en metálico...
ResponderEliminar"4.- Los estatutos de la Asociación Solidaria impide que ni un solo céntimo recaudado por ésta sea destinado a cualquier otra cosa que no sea paliar las necesidades más básicas de determinados colectivos por lo que se hace inviable establecer en este concurso premios en metálico. Gracias a la aportación de las empresas colaboradoras se establecen los siguientes premios
Primer premio: NetBook Samsung N150 Plus, lote de libros y diploma.
Segundo premio: Mini ordenador portátil, lote de libros y diploma.
Tercer premio: Lote de libros y diploma.
Felicidades.
P.L
Enhorabuena Susana, me alegro muchísimo por ti. Y el relato, ¿podemos leerlo? Un abrazo. Felisa
ResponderEliminarPues enhorabuena!
ResponderEliminar¡Enhorabuena! Esperamos poder leerlo pronto.
ResponderEliminar¡Hola! Muchísimas gracias a todos. En cuanto pueda, cuelgo el relato.
ResponderEliminarUn beso.
Susana, estás convocada al HALLOBLOGWEEN
ResponderEliminarEnhorabuena Susana. Un segundo premio, está muy bien. Qué lo disfrutes.
ResponderEliminarUn abrazo
Carmen
Enhorabuena, de verdad, por el premio pero cómo puedo leer La bicicleta de Laura?
ResponderEliminarEnhorabuena por tu premio bien merecido!. He leído el relato y me ha encantado. Describes a Laura, su ilusión por tener algo tan preciado para ella, su capacidad de asombro, su entorno, etc ... de tal manera que parece que la tuviera delante de mí y lo estuviera viendo todo en directo ... tanto que, al terminar de leer el relato, se me ha puesto un nudo en la garganta y no he podido evitar las lágrimas, pero no por tristeza, sino por rabia! Ójala no ocuriera nunca cosas así ...
ResponderEliminar¡Qué suerte tengo de tenerte tan cerca!
Un beso enorme,
María José (o sea, Mari)
Enhorabuena Susana, pásate por mi blog, que tienes premio. Un abrazo.
ResponderEliminarsencillamente encantador,y penoso,por toda la humanidad
ResponderEliminarHola!
ResponderEliminarTu blog está genial, me encantaria afiliarlo en mis sitios webs de Turismo y por mi parte te pediría un enlace hacia mis web y asi beneficiarnos ambos con mas visitas.
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besoss
El relato es muy bueno. Reconozco que me ha conmovido.
ResponderEliminarTe felicito por lo que has creado.
¡Saludos y sigue escribiendo! Estaré atento a tu blog.