martes, 15 de marzo de 2011

NEGOCIO

Mi madre consideraba que el de abogado era el oficio más honorable y fructífero de este mundo. Por eso, intentó por todos los medios meterme por los ojos a Julito, el hijo de un matrimonio amigo, desde el mismísimo momento en que el chico se matriculó en la Facultad de Derecho. “Si es un muchacho encantador —decía— ¿No ves que tú también le gustas? Espabila hija,  ¡que se rifa un buen marido y tú llevas todos los boletos!” 

Durante años, no hubo día en que el dichoso Julito no apareciera por casa, invitado a comer, a cenar, a tomar una limonada… Así, mi madre consiguió salirse con la suya y “cerrar el negocio”, aunque finalmente fue ella quien terminó ante el altar con un Julito ya licenciado.

Desde entonces papá y yo acudimos cada tarde a la iglesia del barrio y prendemos un cirio  a la Santa de turno para agradecerle que, por fin, mamá nos haya dejado tranquilos.

3 comentarios:

  1. ¡Jajajajaja... qué bueno, Susi!!

    Yo creo que hay más de una "madre-Julito" repartidas por el universo; pegas una patadita, ¡y salen unas cuantas!

    Un beso, mi niña.

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  2. La verdad es que sí amiga, ese refrán con dos acentos que dice; porque te quiero Inés... por interés, se ha llevado a cabo durante toda la vida y pobre del incauto/a que cae en la red.

    Muy bueno, como todos tus relatos. Un abrazo Juan.

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  3. Muy bueno.

    Yo conocí a un Julito, Capitán del ejercito, que en vez de acabar con la hija de su Coronel que tanto le quería como hijo político, acabó con su mujer...

    y es que éstas cosas pasan.

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