“Fresca, brillante,antihistamínica…”. Así tratabas de colocarme aquella pócima viscosa, encerrada en pequeños botellines de cristal anaranjado. Llevabas puesto tu mejor traje y también tu mejor sonrisa; aquélla de embaucador experto, envuelta en el aroma dulzón de tu perfume de siempre. Ascendía por mi nariz, contoneándose, hasta alcanzar mi pituitaria, estimular las ramificaciones de mis nervios adormecidos y nublarme del todo la vista.
—Me quedo con doce cajas —dije con cara de boba.
Y es que, botellas de elixires mágicos, tarros de pomadas singulares o frascos de portentosos ungüentos, sabías bien que, a esas alturas, yo, tonta de mí, te compraría cualquier cosa.
—Me quedo con doce cajas —dije con cara de boba.
Y es que, botellas de elixires mágicos, tarros de pomadas singulares o frascos de portentosos ungüentos, sabías bien que, a esas alturas, yo, tonta de mí, te compraría cualquier cosa.
Es muy bueno...
ResponderEliminarlo compramos todo.
jejjej...me ha hecho gracia la combinación de cualidades!:
ResponderEliminar“Fresca, brillante,antihistamínica…”. jajajaj cómo resistirse???????
un abrazo!
Pues yo casi había comprado una sola caja para volver más a menudo a ver su mejor sonrisa y oler su perfume que nubla la vista.
ResponderEliminarMuy buen relato
Un beso de Mar
-Me quedo con doce cajas, dijo ella jajaja
ResponderEliminarQué bonito Susana. Cuando se nos pone cara de haba no vemos un burro aunque vayamos sobre él.
Besos trasnochados